Como si lo fueras a leer.



Todavía escribo como si lo fueras a leer, como si en cualquier momento inoportuno como por cambiar de tema o darle un empujón a la conversación te presentara cualquier tontería y a ti te guste, aún pienso que te gustaría leer lo que te he escrito, cúmulo de lamentos, quejas y estupor por ser el que aún te llama.

Estoy cansado y mi cabeza no para de palpitar al ritmo de tus caderas, tus ojos aún son capaces de quitarme el sueño, lamentablemente me miran únicamente por las madrugadas cuando el frio duele más, cuando los fantasmas se burlan de mis ganas de no mirar tu fotografía, cuando los recuerdos se acumulan y ocupan el espacio vacío de mi cama.

El coñac se ha convertido en mi mejor amigo, sabe feo pero ayuda a que el interior se caliente, me siento en la sala y converso con tu sofá favorito, supongo que estará cansado de la misma historia de siempre porque ha preferido dormir ante mis lágrimas involuntarias.

Tiembla mi mano cuando te dibujo en el papel, nunca termino tus labios, siempre se me cruza un adiós, al contrario tu cabello lo plasmo a la perfección, irónicamente fue lo último que vi de ti, tan profundo y pesado que fue capaz de dejar huella en mi memoria hasta el día de hoy.

Vuelvo a la cama sin sentido alguno, solo necesito cambiar de posición, supongo que no volverás a leer lo que te he escrito, supongo que ahora leerás otras líneas seguramente más alegres, que dibujen tus labios sin un adiós de por medio, versos que hablen de la belleza de las flores y de cómo un atardecer es cualquier evento a lado de un beso tuyo, yo no tengo más que lamentos, quejas a regañadientes, preguntando en cada momento por ti.

Todavía escribo como si lo fueras a leer porque no sé hablar de otras cosas, ayer conocí a alguien, se llama Claudia, muy diferente a ti, lo que me ayuda a superarte o al menos a esa idea me aferro cada que la miro, tiene ojos verdes, faltos de vida si me preguntas, no le gusta la poesía y respiro aliviado por que seguramente odiaría que hable de ti.

Habla siempre del hastío de vivir en esta ciudad, es muy diferente a ti que encontrabas belleza en cada acera de este monstruo de cemento, me habla de tragos que seguramente se los enseñaron a pronunciar en otro país, supongo que es mejor que la soledad digo mientras toma mi encendedor, fuma cigarros de olor horrible y suspiro aliviado al saber que no habrá beso de despedida, odia los amaneceres y la lluvia, no todos saben ser tú pienso y sonrío mientras le doy un beso en la mejilla al doblar la esquina.

Nunca una despedida me causó tanto alivio y me pregunto qué te estoy haciendo, es imposible pensarme sin ti, seguramente hoy tampoco tu sofá querrá escuchar mi historia, le he comenzado a hablar de Claudia, ni siquiera conozco su apellido le dije entre un sorbo y otro de coñac, no pudo con la risa, esa risa de lástima, de pobre tipo, de ya cambia de tema, de ausencia.   
  
Supongo que no leerás más lo que te he escrito, hoy Claudia me preguntó por ti, fue como explicarle a un ciego cómo es el verde sin vida que pintaban sus ojos, cómo se llamaba me preguntó, supongo que tenía un nombre pensé para mí era todo, qué te gustaba de ella enfatizó, lo que detesto de ti pensé en seguida, y era bella, ese era uno de sus nombres, porque se fue, puedes contener un arcoíris le pregunté, no entendió.

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