TULIPANES AZULES
He esperado más de un mes para poder sentarme y escribir lo que pasa por mi mente.
Aun así, he pasado más de dos semanas con la primera frase escrita, mirando titilar al cursor, que retumba en la memoria del último beso que no te di.
A veces me despierto pensando que sigo siendo ese niño, que se escondía debajo de la cama, a soñar como sería su futuro o esperando escuchar que alguien me llame porque no me encuentran por ninguna parte, lo que pase primero.
Hasta que la realidad me recuerda de golpe que eso ya no es así.
Se estima que el castellano tiene más de cien mil palabras, sin embargo yo sigo sin encontrar las adecuadas que reflejen exactamente lo que quiero decir.
Un día, dos tardes, tres semanas, cuatro horas, mil fracasos, repite mi alarma a las 6, interrumpiendo bruscamente un sueño, que por fortuna dibuja tu silueta a lo lejos.
¿Cómo nos perdimos? Me dice la almohada mientras la acomodo al lado oscuro y desierto de mí cama.
Todavía no encuentro la fuerza que me permita mirarte a los ojos, sin la desesperación de quien busca una respuesta, una respuesta a una pregunta jamás dicha, a una pregunta que nadie se hizo nunca.
Qué bonitos son los atardeceres desde que no estás, hermosa la tragedia de un ocaso, que va pintando al cielo de los colores más hermosos e intensos que he visto, ilusionándome con el celeste más intenso del día, hasta claudicar con un beso en el firmamento, pintado del carmín que adornaban tus labios.
Qué bonitos son los atardeceres desde que no estás, me tomo el tiempo de admirar sus detalles, mientas me susurran al oído la falta que me haces.
Hay días en los que me quedo sentado en el porche de la puerta, esperando que tu recuerdo se acuerde que existo, esperando que algún mirlo condescendiente, silbe la tonada que tienen tus caderas.
Me pregunto si actualmente alguien te prepara la ducha, si te abrazan, te dan un beso y susurran a tu oído “sigue durmiendo, aún es temprano”.
Si a alguien más le pides desayunar fuera, únicamente para quedarse más tiempo entre tus brazos.
Desde que te fuiste o me fui, no lo recuerdo bien, ya solo me quedan las ganas de cerrar este poema, de por fin escribir la última línea.
Que esa última línea sea una promesa de recuerdo eterno y que sepa a abrazo, a esos abrazos que das a tus conocidos y que significan buenos deseos.
Que esa última línea sepa a una sonrisa de recuerdo y no a un regresar a ver cada puto día, por si estás ahí, esperando con tulipanes azules.
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